Las provincias de Chubut y Mendoza poseen un importante punto en común: las riquezas mineras de sus subsuelos, catalogadas como de las más interesantes y atractivas de la República Argentina. De la misma manera, en estas dos jurisdicciones impera un marco normativo que impide el desarrollo de la industria minera con la utilización de reactivos químicos. Lisa y llanamente, una prohibición.
Con matrices económicas tradicionales comprometidas, es preciso incursionar en la diversificación de economías regionales. Se trata de una realidad ineludible, necesaria para crear transformaciones que deriven en ventajas comparativas y competitivas. La diversificación de economías no es un concepto de laboratorio: es, ni más ni menos, que un conjunto de políticas de estado sustentables, tendientes a trascender mandatarios y gobiernos, garantizando el bienestar de las generaciones presentes y del futuro.
La irrupción de una actividad industrial no implica el desplazamiento de otros sectores, sino la complementación de todos y cada uno de los actores involucrados. Consiste en un trabajo en equipo que, dejando diferencias, pueden convivir armónicamente, transfiriendo conocimiento y tecnologías, ofreciendo soporte mutuo, tendiendo puentes con el objetivo de acercar puntos en común, creando ejes de comunicación, y suprimiendo viejos prejuicios típicos de otras épocas, donde las antinomias dominaban las políticas públicas, con sus consecuencias aparejadas.
La minería es factor de desarrollo y crecimiento: ejemplo de ello son Australia y Canadá, países que crecieron a la par de la industria minera, poblando territorios profundos e inhabitados, repletos de desafíos, estableciendo comunidades, llevando el progreso, la educación y la transformación. Mucho más cerca de Argentina, Perú ha identificado una cartera de proyectos mineros por US$58.000 millones, de los cuales se estima que unos US$12.000 millones serán destinados a construcción en 2018-2019. Y, del otro lado de la Cordillera de los Andes, Chile ha cuantificado 44 proyectos con una inversión acumulada de US$65.000 millones a desarrollar en el marco de una década.
En momentos en que las economías regionales se encuentran seriamente afectadas, con matrices tradicionales agotadas, es necesario abrir el abanico, diversificar, e incursionar en actividades sustentables que brinden previsibilidad y certeza, especialmente si se cuenta con el recurso geológico otorgado por la naturaleza.
Chubut y Mendoza podrían superar dificultades del presente y futuro si se dejara de lado una legislación anacrónica que les impide a sus ciudadanos acceder a un trabajo digno, educación y salud sin necesidad de emigrar hacia otros destinos. Reducir el desarrollo de una actividad industrial a una antinomia como “Minería sí o Minería no” es no observar las experiencias exitosas que han acontecido en Argentina y en el resto del mundo. Bienvenido sea un debate rico y constructivo que permita aclarar dudas y despejar temores. Ha transcurrido más de una década desde la sanción de las leyes antimineras de Chubut y Mendoza, provincias que han retrocedido profundamente en su plano económico. A este punto es preciso preguntarse ¿Por qué no desarrollar la minería?