En el marco de Argentina Oro, Plata y Cobre 2025, Roberto Cruz —socio responsable de IA e Innovación Digital de PwC Argentina— expuso las claves para entender qué funciona y qué no en más de setenta proyectos de Inteligencia Artificial aplicados a diversas industrias, y cómo esas lecciones pueden transformar la minería.
Por Panorama Minero
En un panel atravesado por la urgencia tecnológica, Roberto Cruz planteó que, tras una década liderando más de setenta proyectos de Inteligencia Artificial, existe una conclusión que se repite en todas las industrias: la tecnología ya puede, pero las organizaciones todavía no están listas para adoptarla plenamente.
“La IA avanzó tan rápido que somos nosotros, como organizaciones, los que estamos siendo lentos en adaptarnos”, señaló. Para Cruz, el desafío ya no es técnico: la cuestión es cultural, organizacional y estratégica.
PwC Argentina, recordó, tiene cerca de 6 mil personas trabajando en servicios profesionales, pero el foco no está solo en implementar soluciones, sino en acompañar a los equipos para que puedan cambiar la manera en que trabajan. “La IA nos habilita a cambiar procesos, a hacer tareas de otra forma. Podemos seguir haciéndolas igual, sí, pero sería sacarle apenas una parte del jugo”, dijo.
Cruz repasó la evolución de la IA: desde sus bases históricas hace 70 años hasta la irrupción de la inteligencia generativa en noviembre de 2022, con tecnologías como ChatGPT. Ese cambio dio paso a la figura de los agentes, sistemas capaces no solo de interpretar lenguaje natural sino también de ejecutar tareas concretas.
“Hoy un agente puede procesar una factura, hacer un despacho o integrarse a un sistema y tomar acción”, explicó. Lo novedoso no es solo la autonomía, sino la posibilidad de orquestar varios agentes para transformar procesos enteros: los llamados workflows agénticos, el “último grito de la moda” pero, sobre todo, una herramienta de impacto real.
Estos flujos permiten revisar tareas secuenciales —muchas veces distribuidas entre distintas áreas— y decidir si conviene automatizar paso por paso o repensar el proceso completo. “La invitación es a romper los paradigmas de cómo hacemos las cosas. La IA nos permite optimizar, pero también hacer cosas nuevas que antes no podíamos hacer”, afirmó.
Eficiencia, calidad y nuevas oportunidades de negocio
Durante el panel, Cruz mostró ejemplos de proyectos con resultados medibles: reducción de tiempos, disminución de horas de trabajo manual, mejor calidad, menos errores e incluso incrementos de revenue.
Esto último se explica por la capacidad de la IA para detectar patrones, simular escenarios, entender tendencias y realizar pricing dinámico. “La IA puede proyectar demanda con distintos niveles de probabilidad y ayudarnos a tomar decisiones rentables basadas en simulaciones”, desarrolló.
Según PwC, no existe hoy un área donde no puedan encontrarse oportunidades de mejora: desde atención al cliente y recursos humanos, hasta exploración, operación minera, back office o auditorías. Incluso el control de compliance —históricamente ex post— puede pasar a ser en tiempo real gracias a agentes especializados.
El expositor sintetizó una década de aprendizajes con una idea central: los proyectos de IA fallan cuando se tratan como simples implementaciones tecnológicas. La tecnología puede hacer su parte; lo que falta es transformar la empresa alrededor de ella.
Cruz lo definió así: “Si queremos cambiar la forma en la que generamos resultados, es ingenuo suponer que solo por meter tecnología los resultados van a cambiar. Necesitamos repensar procesos, equipos, skills y reglas internas”.
Uno de los aportes más prácticos del panel fue desmontar la ansiedad sobre “por dónde empezar”. El camino, afirmó Cruz, arranca por la visión estratégica: identificar qué temas son prioritarios para la empresa (eficiencia, medio ambiente, seguridad, rentabilidad) y releer sus procesos y métricas desde ese objetivo.
Ese ejercicio inicial —que PwC suele hacer en talleres de descubrimiento— arroja siempre resultados concretos. “El rango histórico es entre seis y diecinueve oportunidades por empresa. En todos los casos encontramos al menos seis”, aseguró.
A partir de allí se construye un roadmap de casos de transformación y luego se pasa al “hacer”, entendido no como instalar tecnología sino como desarrollar la capacidad: rediseñar procesos, entrenar a las personas, incorporar prácticas de “confianza desde el diseño” y garantizar que los equipos entiendan su rol en la IA.
Una agenda impostergable para la minería argentina
En el cierre, Cruz dejó una advertencia y una oportunidad. La advertencia: si la IA no se articula con procesos y personas, no genera resultados. La oportunidad: todas las empresas tienen más potencial de transformación del que creen.
“Lo importante es decidir qué es prioritario y empezar por ahí. La IA es un catalizador, pero la capacidad la construye la organización”, resumió.
En un sector como el minero, donde la eficiencia, la trazabilidad, el cumplimiento ambiental y la planificación de largo plazo son condiciones críticas, la presentación de PwC dejó un mensaje claro: la IA no es el futuro; es la infraestructura que va a definir cómo operan las compañías en el presente inmediato.


























