Edición 442 – Editorial
Argentina está en condiciones de satisfacer las necesidades mineras de una gran porción de la población mundial. Esta categórica afirmación no se formularía si no hubiera un sólido respaldo y conocimiento científico que indicara que nuestro país está llamado a ser uno de los grandes actores de la industria minera del nuevo milenio, ofreciendo la riqueza de su subsuelo para satisfacer los requerimientos de un mundo globalizado, en constante crecimiento y transformación, ávido de recursos escasos que son la materia prima para una mejor calidad de vida.
Las credenciales de presentación de Argentina son excelentes: más de un 70% de su subsuelo pasible de mineralización no ha sido analizado, y luego de dos décadas desde que comenzó la Gran Minería, nuestro potencial aún continúa intacto. A ello hay que sumar una medida que ha significado un gran salto hacia adelante para reposicionar a la Argentina como destino de inversiones: la quita de las retenciones, que no solo implica una mayor viabilidad económica de los proyectos, sino por sobre todas las cosas, el respeto por el marco legal vigente.
¿Cómo podríamos pensar en un desarrollo minero sustentable sin garantizar las reglas de juego existentes? Con el potencial geológico no es suficiente: el mismo se puede poner en valor solamente si las multimillonarias inversiones asociadas gozan de un resguardo que permita previsibilidad. El anuncio de febrero pasado -eliminación de las retenciones-enmarca perfectamente en una política de estado de largo plazo cuyo objetivo es consolidar, aún más, una industria que es digno representante del federalismo.
También es preciso afirmar que ha llegado el momento para que el potencial que representa la riqueza geológica derive en una Argentina como potencia minera, capaz de suplir prácticamente todos los minerales y metales requeridos por diferentes mercados. Un mundo que cambia a pasos agigantados clama por alimentos y minerales, y Argentina está en condiciones de poder satisfacer esos pedidos.
Muchas décadas de estudio, investigación y desarrollo han permitido determinar que el subsuelo Argentino es de los más prolíficos del mundo. Pero, así y todo, hemos sido testigos de lo que hasta ahora han sido solo algunos “destellos” dentro de ese universo denominado potencial minero Argentino. El inicio de Bajo la Alumbrera, que ha continuado con otros centros productivos, es solo una gota en un océano prácticamente infinito.
Casos puntuales han permitido comprobar el efecto cascada o derrame que genera la minería, un factor de desarrollo para regiones enmarcadas en los lugares más alejados de Argentina, donde la única alternativa de crecimiento genuino es la explotación racional de los recursos situados en el subsuelo.
Es imperante desarrollar la minería ya mismo: la riqueza guardada no es útil; un producto que hoy es demandado, puede que en el futuro haya sido reemplazado. La transformación que necesita Argentina de la mano de una profundización de la industria minera no puede aguardar más, de la misma manera que los consumidores de los minerales y metales.